El paso demoledor

El paso demoledor

El paso demoledor es el paso que se apodera de mi para terminar cada carrera dejándolo todo en la pista. Por más cansada que voy, siempre revivo en los últimos 800 metros para terminar con fuerza. Este paso debe practicarse en los entrenamientos para que se vuelva un acto reflejo, ya saben, la práctica hace al maestro.

El que me enseñó el paso demoledor fue Cesar, entrenador y gran amigo.

Empecé a correr con Cesar en diciembre del 2012. Estaba recién llegada a Bogotá luego de una fuerte crisis nerviosa en Buenos Aires. Salir a correr era lo único que no me daba ataques de pánico. Cesar llegaba por mi e íbamos a entrenar al parque del Virrey. Entre vuelta y vuelta a ese parque logré dejar la medicación psiquiátrica y agarrar fuerzas para empezar a enfrentar el mundo.

Me acuerdo el esfuerzo que me costaba hacer 5 intervalos de 1km x 1km. Cesar corría a mi lado obligándome a esforzarme un poquito más cada vez. Gracias a él creció aún más mi gusto por correr. La primera carrera para la que entrenamos fue la vuelta a San Andrés. Son 33 kilómetros y obviamente es en la isla del mismo nombre.

Los domingos eran los días de los fondos.

Comenzábamos y yo hablaba mientras Cesar hacía de terapeuta. Llegábamos a un punto en que yo no podía hablar más y los roles cambiaban. Cesar hablaba y yo ofrecía mi escucha. Así, entre kilómetro y kilómetro nació una gran amistad. La terapia llegaba a su fin cuando Cesar empezaba a prepararme para el paso demoledor. Utilizaba técnicas simples como decirme: “a ver ese paso demoledor, ¿donde está la garra charrua, o al menos la del chicharrón?” Y luego salía el con su paso demoledor los últimos 3 kilómetros. Yo, al ver como me quedaba atrás, recurría a una pastilla de berracol y los últimos 800 metros tenían cara de pique.

La gran mayoría de veces Cesar llegaba a la meta y se devolvía por mi para darme ánimo y no dejarme caer en la tentación de rendirme por el cansancio.

Cuando le conté de las pastillas de berracol las adoptó inmediatamente. Tanto practicamos el paso demoledor que en la vuelta a San Andrés, sin saber de dónde, saqué fuerzas para rematar el último kilómetro. Una vez lo experimenté en carrera entendí de que me hablaba Cesar cuando me insistía en terminar los fondos con paso demoledor.

La vuelta a la isla

En la carrera de San Andrés el paso demoledor se convirtió en anécdota con mi padre. Por no ser una carrera tan concurrida se permitía la compañía de alguien en bicicleta. La carrera sale 5:00 am por el calor que hace una vez sale el sol. Arrancamos y en los primeros 10km quedé corriendo acompañada de 3 señores. La idea era no llegar sola a la mitad de la isla pues de ahí en adelante el viento es en contra por lo cual hace bien tener quien lo proteja a uno. Al kilómetro 16 se nos unió mi padre en bicicleta. Nos daba agua a los 4 y todos íbamos ofreciéndonos apoyo mutuamente. Rápidamente perdimos a uno. Seguimos 3 al ritmo que yo tenía planeado para mí carrera. En el kilómetro 25 perdimos a otro. Quedamos 2. Mi padre nos daba agua y Gatorade.

En el kilómetro 29 empecé a bajar el ritmo y en el 30 quería renunciar. El señor que quedaba conmigo me hablaba dándome ánimos. “Que no pares, que falta poco, que vamos, que tú puedes” y yo solo quería decirle que se callara, que corriera él y me dejará en paz. Pero era tal el cansancio que solo podía darle una orden a mi cerebro: poner un pie adelante del otro. Así, a un ritmo menor del esperado por mi, vi que faltaba poco para completar 33 kilómetros.

La emoción de sentir que la meta está cerca.

Sentí mi corazón latir con más fuerza, la sangre recorrer mi cuerpo llevando el oxígeno a cada músculo agotado y sin darme cuenta el paso demoledor se apoderó de mi. Pegué un pique increíble, el pobre señor que me había apoyado quedó botado, no tuvo fuerzas para terminar fuerte.

Fui tan feliz ese día…… después mi papá vino a decirme que tan mala haber dejado botado al señor que había sido mi compañero cuando estuve a punto de renunciar. Me acerqué a disculparme pero no hizo falta el era atleta y entendía que las carrera son de cada quien.

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