El perfeccionismo puede afectar hasta el correr

Nunca me hubiera imaginado que el perfeccionismo iba a afectar hasta el correr. Resulta que así es. Ese defecto que muchas veces no permite que logremos lo que queremos puede interponerse hasta cuando corremos.

En Diciembre, Marcelo (el coach), me envió un artículo titulado “Avoiding mental sabotage: How to be dynamic instead of perfect”. Leerlo fue un baldado de agua fría pues me sentí totalmente identificada. Me reí de mi misma pues ese deseo de que todo sea perfecto logró entrar hasta en mi hobby. Luego lo volví a leer y me di cuenta de lo mucho que hay que ser conscientes de que a veces es mejor hacer que tratar de que sea perfecto.

¿Cuántas veces no perdemos oportunidades porque lo queríamos hacer o decir no nos parecía perfecto? ¿Qué hubiese pasado si hubiésemos dicho o hecho lo que teníamos así consideráramos que apenas estaba al 88%? Seguramente el resultado sería mejor que no hacer nada por creer que podemos llegar a esa perfección imaginaria. El tema es que muchas veces no nos damos cuenta que ese 88% es en realidad un 100%.

Que el miedo no nos detenga

La búsqueda del perfeccionismo debe estar ligada al miedo de fracasar. Creemos que que la perfección evita el fracaso, cuando en realidad la perfección puede llevar a la inacción. Fracasar, por el contrario, invita a la acción. Haciendo se aprende. El problema del fracaso no es no lograr el objetivo sino quedarse ahí. El objetivo es aprender de esa derrota y seguir para adelante. Esto nos permite ser cada vez mejores y alcanzar grandes logros.

Este es sin duda una de las similitudes de la vida y el correr. Si me caigo mientras corro me levanto y sigo corriendo. Si no alcancé mi objetivo en una carrera, reflexiono, aprendo de lo vivido y sigo para adelante pues la próxima vez será mejor. En la vida debe ser igual. Si algo sale mal debo aprender de ello y continuar. No paralizarme por el hecho de no verlo perfecto. La parálisis aburre. Así que recordemos que la perfección es un ideal imaginado y muchas veces subjetivo y sigamos para adelante.

El perfeccionismo nos hace reaccionar lentamente

Por estar tan enfocados en que todo salga perfecto no damos espacio a imprevistos y esto no nos deja reaccionar rápidamente cuando estos suceden. Y la verdad es que la vida, así como las carreras, está llena de imprevistos. Por lo tanto es mejor olvidarnos de los escenarios perfectos, debemos confiar en que estamos dando lo mejor de nosotros y salir al ruedo. Si algún hecho no previsto nos sorprende podremos manejarlo mejor y más rápidamente pues hemos entrenado y nos hemos preparado para afrontar lo que sea.

Evitando no caer en la trampa del perfeccionismo he decidido inscribirme en otras 50 millas. Se llama Squaw Peak y será el 2 de junio de este año. Les iré contando como va esto de evitar la perfección durante esta nueva aventura. Quizá aprendo a no buscar más la perfección en otros ámbitos de mi vida.

 

Cincuenta millas, reto cumplido

Cincuenta millas (80.5 km), hecho!

Reto cumplido y dedicado a Maria Margarita Gnecco. Corrí cincuenta millas, si, cincuenta, así como lo leen. Fue una experiencia increíble. Valió la pena cada segundo invertido en el entrenamiento. Cada levantada a las 4.30 am para entrenar antes del trabajo, las idas a dormir temprano, los fines de semana entregados a los fondos, en fin, todo el esfuerzo cobró sentido.

Antes de contar lo vivido quiero agradecer a todas aquellas personas que me apoyaron en este camino, no los nombro a todos pero los llevo en mi corazón. Sin todo el apoyo no lo hubiera logrado. Gracias a mi mamá por alimentarme y cuidarme las 2 semanas antes para asegurarse que llegara sanita. Especiales gracias al crew (Sabrina, Maria Regina, Marcela y Pamela) por el aliento en los momentos claves y la ayuda en los aid stations.

Gracias a los Herederos Ortiz por la barra virtual, mejor acompañada imposible. A mi padre, gracias por creer en mi aunque no esté de acuerdo con lo que hago. Infinitas gracias a Marcelo (el coach) por transmitirme su conocimiento y tenerme paciencia contestando todas mis dudas.

Gracias a The North Face Endurece Series por permitir que mis primeras cincuenta millas fuesen una experiencia memorable. Basta de agradecimientos, para no aburrirlos mejor pasar a la crónica.

Así comenzó esta historia.

Desde el momento en que fui a reclamar el kit todo fue emocionante. Poco a poco me iba haciendo a la idea de que iba a correr cincuenta millas. Ver a todos los corredores, ver el lugar de la llegada y ver las montañas que iba a tener que subir y bajar hacían latir con fuerza mi corazón. Ver el Golden Gate Bridge a la distancia sin duda alborotó las mariposas en el estómago. Sabrina (mi hermana) y mi mamá le hicieron caso a Marcelo y el día anterior a la carrera no me dejaron hacer nada. Me consintieron y me alimentaron todo el día.

Esa noche el sueño estuvo interrumpido. La ansiedad me hizo levantar varias veces. Cuando finalmente sonó el despertador a las 3 am brinqué de la cama llena de energía. Estaba lista, me sentía preparada y con ganas de correr. En la salida hacia frío así que todos nos amontonábamos alrededor de un calentador de gas y como pingüinos íbamos rotando hacia el centro. Cuando llamaron para formar la salida me despedí de mi hermana y mi mamá con un abrazo lleno de energía. En la fila con el esperado 10, 9, 8, ……. 3, 2, 1 m´ås los aplausos de emoción mientras comenzaba la carrera intuía que iba a ser un gran día.

No pensar en que eran cincuenta millas lo que iba a correr fue fácil, siempre hubo cosas hermosas para mirar y disfrutar. Cuando salimos era de noche aún y rápidamente empezamos con la primera subida. Dí media vuelta y el río de luces que vi subiendo atrás mío era fascinante. Poco a poco fui entrando en mi ritmo y esa primera cuesta la culminé sin siquiera darme cuenta. Sabía que eran 9 subidas y bajadas con lo que me enfrentaba así que dejar la primera atrás fue un alivio.

Inspirar, espirar, repetir.

La mañana nos recibió con un amanecer bellísimo. Estaba en el tope de la segunda montaña, veía la bahía de Sausalito y Marin City mientras el cielo desplegaba los primeros colores de la mañana. Esos colores que nos hacen creer que todo va a estar bien. Así, llena de energía llegué a Tennessee Valley antes de lo acordado con Sabrina. Llevaba algo más de 21 kilómetros (13 millas) y me sentía como si recién empezara. Recargué agua, dejé la linterna, saqué las gafas y seguí mi camino. Nuevamente inspirar, espirar, repetir y sobretodo disfrutar. Ver el océano Pacífico aparecer detrás de una de las subidas fue mágico. Toda su inmensidad y su fuerza para mi durante cincuenta millas.

El quinto ascenso fue el más difícil. Largo e inclinado. Un pie primero, luego el otro. Encontrar mi ritmo. Inspirar, espirar, disfrutar, repetir hasta la cima. La vista, un regalo merecido. Como para quedarse y “parchar” un rato. Mientras llenaba los termos de agua y electrolitos conversé con un chico que parecía con ganas de renunciar. Me dijo que estaba de cumpleaños así que le di un LuchoDillito. Se paró contento y devuelta cada cual a lo suyo. La bajada fue por un lugar hermoso. Con árboles y cascadas y de vez en cuando se entrevistaba la inmensidad del Pacífico.

Cuando la pendiente empezaba a inclinarse nuevamente vi a mi hermana a la distancia y me sentí tan feliz y emocionada que los ojos se me llenaron de lágrimas. Había pasado la mitad y me sentía fuerte como un roble. Había esperado llegar a ese encuentro con el crew con ganas de desistir o algo, pero no, estaba entera y ver a mi mamá, a Sabri, a Marcela y a Pamela me redobló el ánimo. Tal vez el sándwich de aguacate que me dieron ayudó.

Mejor subir que bajar, quien se lo iba a imaginar.

Subí y bajé tres veces más hasta llegar de nuevo a Tennessee Valley. Descubrí que me va mejor subiendo que bajando. Que aunque no voy muy rápido, logro llegar a esa zona zen y avanzo firme. Bajar, en cambio, no es tan sencillo como parece, no todo se le deja a la fuerza de gravedad. Ver a Pamela y correr con ella y que luego Sabrina se nos uniera me volvió a llenar de ánimo. Solo faltaban 10 millas más. Ahí supe que esto era mío. Que lo iba a lograr, iba a entrar al mundo de los ultra atletas.

Con ayuda de mi fantástico crew me cambié las medias, tomé el elixir de salvación y lista para la recta final. Vale la pena explicar que el elixir de salvación es Mountain Dew, veneno que no tomo en ningún otro momento de mi vida pero que luego de correr 45 kilómetros me devuelve el alma al cuerpo. Sabrina subió a mi lado un rato renovando mi ímpetu de llegar a la meta, fue tan agradable compartir esto con ella. Y así, a mi ritmo culminé la última subida. No quedaba sino bajar, cruzar el Golden Gate Bridge y una milla más para alcanzar la gloria.

La recta final.

Cuando llegué al puente, me esperaba toda una función de la naturaleza. Uno de los atardeceres más alucinantes que vi alguna vez.  A mi derecha el sol ya ocultándose pintaba el cielo de unos naranjas, y fuxias que parecían de ensueño. Al lado izquierdo la paleta de colores era mas hacia los rosados y morados. La felicidad que me inundaba era increíble y las ganas de correr aumentaban. Por un momento pensé que tenía que absorberlo todo sola y de pronto a la distancia vi a Sabrina y a Pamela. Nuevamente lágrimas de emoción en los ojos. Podía compartir con ellas el regalo que la vida me entregaba por cumplir mi hazaña.

Cuando cruzamos el puente nos informan que nos queda un poco más de una milla. Aquí me sentí cansada y con ganas de que esto acabara pronto. Pensé que ya no tenía más energía, sin embargo, una vez más el “berracol” surgió efecto y pude terminar con paso demoledor. Crucé la meta acompañada de mi hermana y Pamela. Quede sin aliento, agotada, casi me caigo por hacer un baile de celebración, solo podía sonreír. Lo logré! Corrí cincuenta millas, ochenta punto cinco kilómetros. Un sueño cumplido. El crecimiento físico, mental y espiritual que esta aventura me permitió es sólo una muestra de a dónde podemos llegar si realmente lo queremos.

La recuperación es parte de la carrera.

Ahora estoy aprendiendo que no todo terminó al cruzar la meta. Después sigue la recuperación. Es tan intensa y merece tanta atención y dedicación como el entrenamiento. Además hay que celebrar y digerir la experiencia. Ya estoy corriendo nuevamente pero es simplemente recuperación activa. Antes de dos semanas no se vale pensar en cual será el siguiente desafío…..

 

Cincuenta millas: la recta final

Cincuenta millas: la recta final

¡Ahora si es en serio! Faltan cuatro días y estaré corriendo mis primeras cincuenta millas. Tengo una cantidad de sentimientos encontrados. Nervios, ansiedad, emoción, felicidad, en fin de todo un poco. Mariposas en la barriga o un gusano en la tripa explican perfecto esto que siento. Sin duda es una hazaña interesante a la que me le estoy midiendo.

Aunque el sábado es el gran día, la realidad es que este viaje comenzó hace un tiempo. La idea de correr un ultra maratón empezó a rondarme la cabeza después de correr la maratón de Bear Mountain con Nacho. No le puse mucha atención pero mientras corría en las mañanas con Sandin (ya vendrá un post sobre él) lo iba procesando poco a poco. En los primeros días de julio compré un libro llamado Running Your First Ultra. Luego de leer la primera parte invité a almorzar a Nacho, la única persona que conozco que no me iba a decir “no hagas eso, estas loca”. Le pregunté su opinión y me dijo que claro, que lo hiciera, que iba a ser increíble.

Y así comenzó esta aventura.

Han sido 17 semanas, incluyendo esta, de arduo entrenamiento. He puesto al límite mi fuerza de voluntad y compromiso. He aprendido cosas de mí que nunca me hubiese imaginado. He ganado amigos y tal vez perdido otros. He logrado apreciar mi cuerpo mas que nunca y lo más importante es que me he divertido. El hecho de haber llegado hasta aquí ya es todo un acontecimiento. Esto me había costado trabajo entenderlo pero entre Nacho y Marcelo (el coach) me lo han logrado hacer entender.

Ahora, aquí sentada tratando de relajarme, me doy cuenta de lo mucho que debo disfrutar desde ya. Esta recta final es para aprovechar. Viajo mañana a San Francisco, voy acompañada de un maravilloso “crew” y voy a hacer lo que me gusta. Así que no hay excusa, toca gozárselo. La próxima vez que escriba habré entrado en el club de los ultra maratonistas!

 

 

Meditación y el correr

Meditación y el correr

Me gusta correr. Es la única forma en que logro encontrar ese estado que se alcanza con la meditación. Sentarme a meditar me cuesta demasiado. Me empieza a picar todo, me duele la espalda, debo cambiar de posición y entre movimiento y movimiento no logro tranquilizar mi mente. Por el contrario, mientras corro largas distancias sin darme cuenta llego a ese anhelado estado.

No es que deje de pensar sino que logro dejar los pensamientos y sentimientos ser. Logro aceptarlos y dejarlos seguir. No hay necesidad ni energía para juzgar. Simplemente inhalo, exhalo y existo. Eso, inhalo, exhalo y existo. Eso es para mi la meditación y el correr. Es gracias a estos momentos que logro continuar el día a día. Saber que puedo alcanzar este estado me permite enfrentar la vida con mayor tranquilidad.

Como les conté en un post anterior, correr me ayudó a salir de una gran crisis. Sin duda el correr ha generado en mi algo que va mas allá de bienestar físico. Es bienestar mental y estoy descubriendo que también lo es espiritual. Tal vez es lo que llaman el runners highy les pasa a todos aquellos que corren o practican actividades físicas intensas. Personalmente les puedo asegurar que es fascinante.

Que sigue después del “runners high”?

Para mi, después del “runners high” sigue la felicidad. Una sensación de plenitud, de sentirse bien con uno mismo. Cuando esto sucede todos los días o casi todos los días es mas fácil vivir en armonía. Se hace más sencillo enfrentar al mundo. Se hace más agradable la vida. Quizás busco correr largas distancias para poder encontrar paz y tranquilidad. No lo sé, pero por el momento espero poder seguir este camino de la meditación y el correr.

Estoy segura que el próximo sábado cuando este corriendo mis primeras 50 millas tendré tiempo de disertar al respecto. Mientras tanto no me queda otra que inhalar, exhalar y existir.

 

Mis ídolos atletas en el running

Mis ídolos atletas

Mis ídolos atletas en esto del running son varios. Los puedo clasificar en platónicos y reales. Lamentablemente los platónicos son más, ojalá eso cambie algún día. Son ídolos pues hacen que las cosas que parecen imposibles se vean alcanzables. Sus hazañas corriendo y en otros aspectos de sus vidas me inspiran. Me dan ánimo y fuerzas para seguir corriendo.

Ídolos platónicos.

De los ídolos platónicos tengo que decir que Mo Farah fue durante mucho tiempo el número uno. Correr 10 kilómetros en 27:44 es una cosa de otro mundo. Luego sigue Eliud Kipchoge, el atleta de Nike que corrió una maratón en 2:00:25 aunque no fue en un recorrido valido para record del mundo. Eliud es inspiración pura. Entrena su mente constantemente y asegura que ahí esta la diferencia de lo que podemos o no lograr. Otro ídolo es Wilson Kipsang, guerrero y con un tiempo de 2:03:13 en la maratón como marca personal.

Luego de los maratonistas vinieron los ultra maratonistas. El primero es Scott Jurek. La primera vez que escuché de el fue cuando leí Nacidos para correr. De ahí decidí leer su libro, Eat and run y confirmé que si él siendo vegano podía correr 50 millas diarias, sin duda yo podía correr una maratón. Gracias a Scott decidí continuar siendo vegetariana en el 2015 en contra de todos los que decían que no podía entrenar para correr 42 kilómetros sin comer proteína animal. Es por él que hoy soy vegana.

Otro ídolo ultrarunner es Stephanie Case. Ídolo no solamente por ser una loca corredora sino por su trabajo con la organización Free to Run. Utiliza el running para empoderar y educar a las mujeres y niñas en países en conflicto. Esta mujer me confirma que uno es capaz de lograr cualquier cosa que se proponga a punta de constancia y dedicación. Estos son mis ídolos platónicos. Ojalá la vida me permita cruzármelos en el camino algún día.

Ídolos reales.

Pero al final lo real es mejor que lo platónico y por eso tengo dos ídolos atletas reales. Reales porque los conozco, puedo hablar con ellos y pedirles consejos. Uno es Cesar, mi amigo y entrenador en Colombia. El que me enseñó el paso demoledor. Es un atleta increíble. Corre sin agua, sin combustible; corre en cualquier día y cualquier momento. Se le mide a todo y no se queja nunca. Tal vez la mayor lección que aprendí de Cesar es que no importan las adversidades, siempre hay que seguir luchando y de buena gana.

El otro ídolo atleta real que tengo es Nacho. Loco, demente que terminó el Epic 5 challenge. El Epic 5 son 5 ironmans en 5 días seguidos en 5 islas de Hawaii. En un ironman, después de nadar todo lo que nadan (2.4 millas), montar en bicicleta todo lo que montan (112 millas), terminan corriendo 42.196 kilómetros (26.2 millas). En el Epic 5 repiten esto 5 veces seguidas, mas los viajes de isla a isla. Esto significa muy pocas horas de sueño. Simplemente una locura. Una locura alucinante.

Y Nacho tan sonriente terminó de segundo. Ídolo total. Compromiso, disciplina, dedicación, en fin nómbrelo y Nacho tiene que tenerlo para poder haber hecho lo que hizo. Orgullosa me siento pues fue mi “pacer” en mi primera maratón en la montaña y llegamos al podio. Si este hombre terminó el Epic 5 yo tengo que ser capaz de terminar las 50 millas……..

El paso demoledor

El paso demoledor

El paso demoledor es el paso que se apodera de mi para terminar cada carrera dejándolo todo en la pista. Por más cansada que voy, siempre revivo en los últimos 800 metros para terminar con fuerza. Este paso debe practicarse en los entrenamientos para que se vuelva un acto reflejo, ya saben, la práctica hace al maestro.

El que me enseñó el paso demoledor fue Cesar, entrenador y gran amigo.

Empecé a correr con Cesar en diciembre del 2012. Estaba recién llegada a Bogotá luego de una fuerte crisis nerviosa en Buenos Aires. Salir a correr era lo único que no me daba ataques de pánico. Cesar llegaba por mi e íbamos a entrenar al parque del Virrey. Entre vuelta y vuelta a ese parque logré dejar la medicación psiquiátrica y agarrar fuerzas para empezar a enfrentar el mundo.

Me acuerdo el esfuerzo que me costaba hacer 5 intervalos de 1km x 1km. Cesar corría a mi lado obligándome a esforzarme un poquito más cada vez. Gracias a él creció aún más mi gusto por correr. La primera carrera para la que entrenamos fue la vuelta a San Andrés. Son 33 kilómetros y obviamente es en la isla del mismo nombre.

Los domingos eran los días de los fondos.

Comenzábamos y yo hablaba mientras Cesar hacía de terapeuta. Llegábamos a un punto en que yo no podía hablar más y los roles cambiaban. Cesar hablaba y yo ofrecía mi escucha. Así, entre kilómetro y kilómetro nació una gran amistad. La terapia llegaba a su fin cuando Cesar empezaba a prepararme para el paso demoledor. Utilizaba técnicas simples como decirme: “a ver ese paso demoledor, ¿donde está la garra charrua, o al menos la del chicharrón?” Y luego salía el con su paso demoledor los últimos 3 kilómetros. Yo, al ver como me quedaba atrás, recurría a una pastilla de berracol y los últimos 800 metros tenían cara de pique.

La gran mayoría de veces Cesar llegaba a la meta y se devolvía por mi para darme ánimo y no dejarme caer en la tentación de rendirme por el cansancio.

Cuando le conté de las pastillas de berracol las adoptó inmediatamente. Tanto practicamos el paso demoledor que en la vuelta a San Andrés, sin saber de dónde, saqué fuerzas para rematar el último kilómetro. Una vez lo experimenté en carrera entendí de que me hablaba Cesar cuando me insistía en terminar los fondos con paso demoledor.

La vuelta a la isla

En la carrera de San Andrés el paso demoledor se convirtió en anécdota con mi padre. Por no ser una carrera tan concurrida se permitía la compañía de alguien en bicicleta. La carrera sale 5:00 am por el calor que hace una vez sale el sol. Arrancamos y en los primeros 10km quedé corriendo acompañada de 3 señores. La idea era no llegar sola a la mitad de la isla pues de ahí en adelante el viento es en contra por lo cual hace bien tener quien lo proteja a uno. Al kilómetro 16 se nos unió mi padre en bicicleta. Nos daba agua a los 4 y todos íbamos ofreciéndonos apoyo mutuamente. Rápidamente perdimos a uno. Seguimos 3 al ritmo que yo tenía planeado para mí carrera. En el kilómetro 25 perdimos a otro. Quedamos 2. Mi padre nos daba agua y Gatorade.

En el kilómetro 29 empecé a bajar el ritmo y en el 30 quería renunciar. El señor que quedaba conmigo me hablaba dándome ánimos. “Que no pares, que falta poco, que vamos, que tú puedes” y yo solo quería decirle que se callara, que corriera él y me dejará en paz. Pero era tal el cansancio que solo podía darle una orden a mi cerebro: poner un pie adelante del otro. Así, a un ritmo menor del esperado por mi, vi que faltaba poco para completar 33 kilómetros.

La emoción de sentir que la meta está cerca.

Sentí mi corazón latir con más fuerza, la sangre recorrer mi cuerpo llevando el oxígeno a cada músculo agotado y sin darme cuenta el paso demoledor se apoderó de mi. Pegué un pique increíble, el pobre señor que me había apoyado quedó botado, no tuvo fuerzas para terminar fuerte.

Fui tan feliz ese día…… después mi papá vino a decirme que tan mala haber dejado botado al señor que había sido mi compañero cuando estuve a punto de renunciar. Me acerqué a disculparme pero no hizo falta el era atleta y entendía que las carrera son de cada quien.

Correr largas distancias y el combustible necesario

Correr largas distancias es posible siempre y cuando se tenga el combustible necesario. No solo es combustible alimenticio sino también para la mente. Ambos igual de importantes, aunque el segundo probablemente mas difícil de conseguir.

Las pastillitas de ‘berracol’

Berraquera es una palabra muy colombiana que define a aquellas personas que nada las detiene. Son personas capaces de afrontar cualquier obstáculo para lograr lo que se proponen. Sin duda para correr largas distancias se necesita berraquera. Mi abuelo paterno, Papito Iban, siempre tenía a mano un frasco con pastillitas de ‘berracol’. Cada vez que escuchaba a uno de sus nietos decir que no eran capaces de hacer algo o nos oía quejar, inmediatamente nos ofrecía una pastillita de ‘berracol’. Estoy segura que a sus hijos los crió a punta de estas pastillas pues mi papá me las sigue ofreciendo.

En estas dos imágenes pueden ver un claro ejemplo de lo necesarias que eran las pastillitas y como me enseñó Papito Iban a tomarlas. Esto fue una Navidad y allí estoy con Papito Iban aprendiendo a prender voladores en la mano y con un cigarrillo. Mi cara de susto en la segunda foto y la tranquila expresión de mi abuelo lo dicen todo. Al verme asustada me dio la correspondiente pastilla de ‘berracol’. Seguro sirvió pues hasta que prohibieron la pólvora seguí prendiendo voladores, aunque generalmente en la mano de otros.

Papito Iban y las pastillas de berracolPapito Iban y las pastillas de berracol

Obviamente estas pastillas tenían como único objetivo darnos la berraquera necesaria para afrontar cualquier desafío. No se si a Papito Iban se le ocurrió alguna vez que sus pastillas servirían para correr larga distancia pero les aseguro que son el combustible necesario cuando las piernas me fallan. En los fondos siempre llevo varias. Cuando siento que quiero parar aparece Papito Iban y amablemente me ofrece una pastillita de ‘berracol’. Ante esta imagen no me queda otra que aceptarla, respirar profundo y ponerle berraquera al asunto para terminar con ganas.

Correr largas distancias requiere una buena nutrición.

Por mas berraquera que le ponga, si no me alimento pues no llego a la meta. Así que he entendido que la alimentación es una parte clave en la vida de los atletas. He ido aprendiendo poco a poco sobre esto pero lo más duro ha sido aprender a comer corriendo. Si, así como lo leen. Para las largas distancias es necesario reponer la energía utilizada por el cuerpo pues si no se hace nos fundimos.

En los entrenamientos me ha tocado ir probando que es lo que soy capaz de comer, que es lo que mi cuerpo tolera. Después de varios intentos descubrí que el bocadillo no me caía mal. Por el contrario, los bocadillos me sentaban muy bien así que son mi fuente energética de elección.

Al enterarse de esto, mi hermana me presentó a David Guthrie, fundador de Lucho Dillitos™. David y su equipo se dedican a llevar al mundo bocadillos como la fuente de energía a elegir para los deportistas. El nombre de Lucho Dillitos™ es en honor a Lucho Herrera, el primer ciclista colombiano en ganar una etapa en el Tour de Francia, entre otras hazañas. Los bocadillos han sido siempre la fuente energética de elección de los deportistas colombianos así que soy orgullosa embajadora de este grandioso producto. Le agradezco a David y a su equipo el acompañarme en mi incursión en el mundo del ultra running.

Correr largas distancias me hace tan feliz y me encanta compartirlo. Así de a poquitos y entre anécdotas les iré contando más de mi.

Hasta la próxima.

Las lecciones de mi primer ultra maraton

Ultra que?

Es extraño pensar que incursioné en el mundo de los ultra maratones. Dicen que desde los 50 kilómetros las carreras pasan a ser ultra así que hace una semana me gradué de ultra runner. O eso dicen los números. La realidad es que es tiempo suficiente en la montaña para pensar, meditar, y hasta delirar. Obviamente el paisaje ayuda.

Mountain Madness

Aquí les comparto  algunos de los pensamientos que rondaron mi cabeza durante el Mountain Madness y en el camino a esta.

Se trata de disfrutar el viaje, no solamente del destino.

La verdad es que las lecciones y los pensamientos vienen desde el entrenamiento. En la carrera solo se materializaron. Pude experimentarlos, verlos, sentirlos y a algunos hasta enfrentarlos. Esta historia empezó el 19 de Julio de este año. Día en que me inscribí a las 50 millas del North Face Endurance Challenge de California.

Llevaba al menos un mes dando le vueltas en la cabeza a la idea de un ultra maratón. Me compré un libro de Krissy Moehl llamado Running Your First Ultra y fui a consultar la idea con Nacho (si, el de WBY). Elegí preguntarle a Nacho pues sabía que era la única persona que conozco que no me iba a decir que estaba loca. El, que estaba entrenando para el EPIC 5, me dijo que claro, que me inscribiera y empezara a entrenar. Así que le hice caso, busqué una carrera, me inscribí y ya no había vuelta atrás.

Con 4 meses exactos para prepararme no había tiempo que perder. Nacho me puso en contacto con Marcelo y empezamos a entrenar. Correr 50 millas requiere preparación tanto física como mental así que esto se trata de fortalecer cuerpo, mente y alma. Es mas fácil decirlo que hacerlo. Implica levantarse a las 4 o 4.30 am para poder entrenar dos horas antes de ir a trabajar. También es no salir hasta tarde el sábado porque el domingo es el día de los fondos y hay que madrugar. Toca correr con las piernas pesadas del ejercicio del día anterior aunque el deseo sea quedarse en la cama. La vida se llena de pequeños sacrificios necesarios para conquistar un ultra. Lo que lo hace soportable es lo bien que se siente mejorar un tiempo o superar una distancia.

El poder de la mente

Hay entrenamientos en que todo funciona, uno se siente bien, los tiempos lo demuestran y todo es una maravilla. Pero la vida no solo es de colores. Hay días en que por diversas razones las cosas no funcionan. Uno está cansado o no está motivado y lo único que quiere hacer es renunciar. En esos días hay que respirar profundo y entrenar con mas fuerza. No se puede renunciar pues un ultra no perdona si no se llega en forma. Esto va fortaleciendo la mente y el alma.

Llegué a correr Mountain Madness convencida que tenía mi cabeza dominada. Oh, sorpresa la que me llevé. Cuando me perdí por segunda vez lo único que pensaba era que quería renunciar. No solo de la carrera sino del trail running. Pensaba que si no era capaz de seguir las cintas de colores no debía pensar en ser ultra runner. Me repetía que esto no era lo mío, que me quedara corriendo en la ruta pues eso no duele. Quería llegar al aid station para anunciar mi retiro.

No lo hice, pase el aid station y seguí hacia adelante tratando de no escuchar mucho mis pensamientos. De repente llegué a otro aid station y vi que había adelantado varios runners. Esto me dio fuerza y esta vez empezaron los pensamientos positivos. ¡Vamos, Valentina! ¡Tu puedes, Valentina! Tomaste ‘berracol’ así que tienes que poder. Y poco a poco fui convenciéndome de esto. Físicamente me sentía bien así que mi cuerpo respondió las ordenes de mi mente. Cuando llegué´al último aid station y me enter´que iba en el segundo lugar me animé mas y seguí corriendo.

El mejor resultado es la felicidad.

El saber que el dar esa vuelta significaba que correría 55 kms y no 50 fue usado como incentivo. Había logrado ganarle a mi mente. El entrenamiento estaba sirviendo. No solo el físico sino el mental. El resultado fue llegar a la meta con la sensación de éxtasis total. Sin duda uno de los días más felices de mi vida.

Esta carrera me enseñó que puedo salir victoriosa de las adversidades. Que debo confiar en mi y en mi entrenamiento. Y que no hay que darse por vencido la primera vez que algo se pone difícil. Una de las razones por las que me gusta correr es todas las cosas que aprendo de mi misma. Los invito a que se animen y hagan el intento.