La historia de mis primeros 50 kilómetros

Si, 50 kilómetros

Nunca me imaginé que correría 50 kilómetros pero el domingo pasado lo hice. Una carrera pequeña, organizada por Rick y Jennifer McNulty y conocida como Mountain Madness. Era parte del entrenamiento para las 50 millas (84 km) de The North Face Endurance Challenge que voy a correr en California. Por esto, la idea era disfrutar y terminar. El ser consiente de que eran mis primeros 50 kilómetros y que ademas eran mi tercera incursión en la montaña estaba nerviosa. Me sentía fuerte, había visualizado la meta y me repetía que era solamente un fondo mas y con esa idea en la cabeza arranque la carrera.

Es fácil perderse

Hacía un día hermoso de verano, en la montaña la temperatura era perfecta por la sombra de los árboles y estaba disfrutando al máximo el correr. Luego de pasar el segundo aid station estaba atenta siguiendo las cintas naranja que marcaban el camino y de pronto no las vi mas. Me devolví hasta la última cinta pero ya nunca encontré el camino. Estaba perdida. Decidí seguir hacia adelante pues mirar hacia atrás en ese espeso bosque era aun mas desconcertante. De pronto escuche voces. Pensé que todo estaba resuelto. Cuando llegué a las voces era un chico que andaba igual de perdido que yo hablando con su padre, el cual lo esperaba en la meta. Caminamos un buen rato hasta encontrar una calle. Por ahí caminamos otro rato hasta volver a las cintas naranja.

Empecé a correr y empezaron a aparecer otros corredores en contra vía. En un momento me crucé con unos que había visto en el aid station y me dijeron que la que iba en contra vía era yo. Ahí me desilusioné. Luego me caí. Mi mano sangraba, iba hacia el lado que no era pero tenía llegar al aid station para que me valieran el esfuerzo de mis primeros 50 kilómetros. Quería renunciar, sin embargo seguí corriendo. Salí de la espesura del bosque convencida que llegaba a mi destino y para mi sorpresa estaba perdida nuevamente. Los guardabosques me mostraron en un mapa lo fuera del camino que estaba. Respiré profundo, me lave la herida y volví a correr. Me encontré al chico que andaba perdido igual que yo y el no estar sola me consoló. Seguimos 3 kilómetros mas y llegamos al aid station.

Las fuerzas llegan cuando menos lo esperamos

No se si fue el Mountain Dew o el hecho de haber llegado hasta el aid station pero en el kilómetro 30 me empecé a sentir bien. Me sentía con ánimos y sentía que podía lograrlo. Empecé con pensamientos positivos. Recurrí en mi mente a las pastillas de “berracol” de mi abuelo gracias a las cuales llegué al último aid station. Se suponía que quedaba una vuelta de 10 kilómetros para llegar a la meta. Mi reloj marcaba 45 kms. Esto quería decir que para mis primeros 50 kilómetros iba a terminar haciendo 55. Mientras planeaba como decirle a los de la carrera que ya no continuaba se me acercó un señor y me dice: “si sabes que vas de segunda entre las mujeres?”. No me quedó otra opción que salir a terminar.

Corrí feliz. Corrí pensando en que si soy capaz de correr 50 kilómetros soy capaz de hacer cualquier cosa que me proponga. Cada paso le agradecí a mi cuerpo por seguir corriendo. En el camino pasé a dos chicos. Traté de animarlos, les ofrecí agua y geles. Al segundo que pasé logré levantarle el ánimo y empezó a correr detrás de mi. Esto me llenó de energía y pude mejorar mi paso.

El esperado final.

Cuando salimos del bosque y vi la meta se me llenaron los ojos de lágrimas. Lo estaba logrando. Faltaban 700 metros y terminaría mis primeros 50 kilómetros. Saqué fuerzas desde lo mas adentro y terminé con paso demoledor. Ya les contaré de Cesar y el paso demoledor. Las pocas personas que estaban mirando me hicieron barra y así, con los brazos abiertos y una sonrisa de oreja a oreja, crucé la meta. Había corrido mis primeros 50 kilómetros y ¡terminado de segunda entre las mujeres!

Ya vendrá un post con las lecciones. Por ahora les dejo mi cara de felicidad por esta hazaña cumplida.

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